Este diciembre será
menor el número de trabajadores que recibirán aguinaldo. El año pasado
fueron 18 millones, ahora sólo serán 16 millones, de acuerdo con la
estadística de David Lozano, investigador del Centro de Análisis
Multidisciplinario de la UNAM. Ni esperanzas tienen los que trabajan en
la economía informal o los desempleados, que sumarían varios millones
más, según el Inegi. Sin embargo, hay un grupo de privilegiados que
recibirán mega-aguinaldos. Pertenecen a la clase política. Su desempeño
en el último año ha dejado mucho que desear. Hundieron en la recesión a
la economía, el país sigue convertido en un charco de sangre, la
justicia continúa con manchas, como el caso de Maude Versini y el tío
poderoso Arturo Montiel. Entonces, ¿por qué pagarles mega-aguinaldos y
gratificaciones? La razón es simple: tienen el poder de asignárselos
ellos mismos. Tal parece que el rubor es algo que hoy en día sólo es un
producto de Revlon o Avon.
El país de las mochadas
Detrás de los moches que piden congresistas y
funcionarios públicos para conseguir recursos a los municipios, se
esconde su fragilidad financiera, problema que necesita una cirugía
mayor. El director ejecutivo de la Asociación de Autoridades Locales de
México, Ricardo Baptista, dice que
hace años que los municipios están en una grave crisis financiera, algunos de ellos al borde de la bancarrota; el modelo ya no funciona. La situación por la que pasan es aprovechada no sólo por legisladores, sino también por funcionarios de dependencias gubernamentales para condicionar los recursos, ya que entre 70 y 80 por ciento del presupuesto se va en operación, y tienen muy poco margen para el cumplimiento de sus obligaciones de seguridad, obras y servicios públicos.
PRI y PAN son como Bimbo y Wonder, son la misma empresa pero con
diferente nombre, para hacer creer que sí hay competencia y variedad.
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